Se me dio por recordar el fuego que enciende una noche.
Toda esta verdad arde a ojos cerrados,
saberme puro, entre tanta caricia destilada
ofrendada al viento, sin rastros de vos.
Este clima sufre del respiro de tu cuerpo.
La verdad se disolvió, como unos dados sin lanzar…
Un labio que no llama se ahoga en la injusticia del mar.
Me declaro impune, lánguido, irrevocable,
tan lleno de ayer.
Todo mi ser cabe en tu puño apretado…
vos mujer que poco sabes dejar ritmos
adonde solo hay silencios de funerales.
Aquí todas tus palabras se confunden
con la insinuación de tu regreso.
Wilfredo Arriola