La noche comenzó a partirse, como se parten los
labios al pronunciar la palabra “amor”. Y de cuando, me abrigo la esperanza que
dejan las calles al marcharse, llenarse de todo su torrente, de lastimar la
piel con tanta pena contada desde la mirada, así me siento. La noche es una
inmensa tarde de luto, donde la brisa recoge los recuerdos que van quedando
baldíos, olvidados en las cicatrices que vuelven a herirse, que solo les basta
el recuerdo para llenarse de dolores no superados, tanta quimera, tanto, tanto.
¿Adónde se suelta el grifo del latir? ¿para qué sirve mi voz? ¿a qué esquina
llego y se vuelve más legítimo el fin del mundo? Su rostro es una respuesta que
solo se responde desde el silencio. Nadie venga a tratar de redimir la
esperanza, la congoja apuñala, tus pasos
dejan en ridículo esta silla cansada de esperar. Perdón por el Yo, usted,
perdón por la palabra “vértigo” por la palabra “traición”. Desde hace mucho pertenezco
al lugar donde el vaho crece al contrario de las heridas, y la pena es una
nota que se toca sin tocar… Dejen al viento cantar con su voz de ramas, déjenlo
hacer de cada mes un pueblo de días. Las sombras se debilitan y esta pasión
acusa la niebla, me amarro al llanto, peco con tus silabas, la calle se hace
mar con cristales de lustre. No comprendo nada, ni la fecha que no suma nada,
no comprendo el victimismo de las sabanas, nuestra segunda piel. No lo
comprendo amor, no lo comprendo.