viernes, 20 de enero de 2012

Triste homenaje




Aún cuando las copas no tienen vino
recuerdo los besos sin alevosía de tu boca.
Suele pasar, al filo de las doce,
como arropas tus sueños en mi distancia.
Moribundo y con poca gloria
averiguo descalzo tus historias. 
Quisiera saberme solemne
al homenaje de tu cuerpo
al destello de la luz 
que tapas cuando caminas con trémulo horizonte,
tu pelo se vuelve enjambre
y mis ojos son abejas
adoloridas del luto de tu distancia.

Cuando vayas lejos
deja de recordarme
rompe todo aquello
manchado de mí nombre.
Ponle una vela al silencio del discurso
que ocasiona tu voz interna.
Saca de tus maletas el tango no bailado,
la pulsera tallada a la medida de mis manos.

Tú, siéntate serena viendo a la ventana
como los automóviles corren como hormigas
en las calles de los humanos, errantes de nostalgia...

Tú, mira el paisaje donde los volcanes son mi espalda
y el sol es tu sombra acariciándome
tras los fríos atardeceres del culposo invierno.
Tal vez se te da morar de nuevo en tu alcoba
y me veas sentado en un banco sólo
apilado entre las esquinas
y  ya no este
y  por fin se te de llorar
haciendo de tus lagrimas
un triste homenaje.


Wilfredo Arriola (Un cuaderno aparte)