Lleno mi barco con
todos los tripulantes que viven en mi alma.
Respondía en silencio
cada una de tu silabas,
para que la
vida no se enterara
de lo que mueves
dentro de mí.
No tengo dolor que
compartir desde la noche aquella
si es que los dolores
merecen la difusión que deja una herida.
Presiento que se han
fijado los martirios del día infinito
por tu cuerpo
navegado de otro mar, de otra sentimentalidad.
Los botones de la
mañana sujetan la resaca del insomnio
no podría sentirme
alejado del mundo,
mientras asistes con
tu recuerdo de días soleados
destapas en mí lo que
no devela la trivialidad de los días.
El tiempo esquiva en
sus pasadizos
una historia a la
cual debo rendir cuentas
como se le rinde
cuenta a uno
en la extensión de
campo germinado que deja la soledad.
¿será el veneno, la
sinceridad con la que veo los caminos que nunca te trajeron?
Asumo mi abandono
Como también el
residir en la noble estadía de los balcones
donde se lloran las
canciones que no dedicamos por miedo al futuro.
Regalar futuros es
preparar dolores a distancia.
Canciones con el
solfeo mustio de la nostalgia.
Comprendo que la
tenacidad del orgullo
es ese rigor de
miradas falsas
de agua en vez de
vino
responde al miedo
cuando la pregunta es
futuro.
Veo asesinado al
pequeño niño que guardan nuestros años.
y de eso nadie sale
ileso.
No se volver sin
imaginarte devaluada por mis sueños
esa premisa de
saberte así
es una de las razones
que ajan mi página
postigo sentimiento
detrás de mis ojos.
Todos somos libres
cuando partimos de la casa del amor
todos de alguna
manera nos marchamos esperando no volver
cuando desde donde se
parte sólo queda aquel rostro
que ya no agita sus
labios en nuestro presente.
No confundas las
palabras rotas
en las comisuras del
falso impostor.
Las mentiras tienen
el tiempo de una noche
como el tiempo de una
depresión.
Mas todo pasa
volver a la verdad
como se vuelve al primer idilio.
Se ha encendido
una luz, para que todo parezca confuso.
No
te expliques tan a fondo conmigo
no
te lleves el poco fuego de mi mirada
no
insistas en fermentar el crudo lazo de la convergencia
en
el que no figuramos.
El
infierno es un cuerpo de mujer que no se puede tener.
Si
tan sólo supieras o la poesía supiera de ti
como
se encuentran las espadas que escoltan tu rostro.
Hablas
y me desencuentras
me
alejas de la poca verdad
me
rompes los planos de la vida.
Me
usas sin siquiera saber lo deforestado que me dejas.
Tan
sin nombre
tardío,
impune, desalojado.
Con
una llave en mis manos
como
temiendo cuidar de ti
tú
que ni siquiera eres dueña
de
la última palabra que dices
del
suspiro que te roban las cosas que no puedes tener.
Te
escribo para entenderme
para
extirpar el tumor del anhelo.
Ser
consecuente dentro de un abismo
ha
eso me has aprisionado.
Dicho
de otra manera:
Reparo
tu huella cuando corres en dirección opuesta a tu destino.
No
te expliques tan fondo conmigo.
Tú,
que no sabes de comienzos
peligrosa
tarea que nadie te ha delegado.
La
vez que te acuerdes de mí
comprende
que
no se puede huir con una llave en la mano
mirando
en cualquier destino la misma puerta
Wilfredo Arriola