jueves, 28 de enero de 2016

La fundación de lo inevitable

I
Lo que hay de eternidad en la certeza es la fundación de lo inevitable.
Dijiste cuando me mirabas,
la tarde en que fuiste por última vez dueña de tus daños.
Nadie, implora después de la derrota.
Nadie, siempre es una multitud en la soledad.
Nadie, hace milagros con el óxido del cerrojo del desespero.
Nadie tiene la eternidad porque nadie conoce lo desconocido.
También eso decía tu mirada.

II
La pupila guarda en sí, el error del recuerdo.
-pero el descaro siempre firma en la ironía-
Si puedes entiéndelo así.
¿Has encontrado el peso del vacío?
¿A quién mira uno cuando tiene la mirada perdida?
¿De quién es el poema que uno firma en segunda persona?
La respuesta es la suma de nuestras soledades.
III
El fuego que nubla también predica la oscuridad.
Vos fuiste eso: El abismo que existe en mi sombra.
Vos fuiste eso: La ciudad que nadie habita cuando uno llora.
Vos quisiste eso: Ser el puzle que rige el insomnio.
La trampa de un lobo que no sabe para quién aúlla.
Vos quisiste eso: Ser vos incluso cuando le apostabas a ser la impostora.
IV
Nadie sale de sí mismo.
El abandono se paga con moral.
-Ese fue el recuerdo primero-
La meditada cobardía del silencio.
-la sabiduría es innegociable aunque su escenario sea el sosiego-
De ti hay dos partes que duermen mis dudas de tanta espera.
Diré dos para atribuirme los dones de lo destilado.
V
En lo inconexo tiemblan dos mitades.
Lo que hay entre ellas tiene el símbolo de la verdad.
Eso somos: materia que busca su verdadera esencia.
El encuentro y el desencuentro
ambos son inicio pero este último inicia lo definitivo.
VI
La eternidad si es que existe esta después de tu silencio.
Lo demás tiene que ver con el olvido.


Wilfredo Arriola

viernes, 1 de enero de 2016

Dimensiones del desamparo



Lleno mi barco con todos los tripulantes que viven en mi alma.
Respondía en silencio cada una de tu silabas,
 para que la vida no se enterara
de lo que mueves dentro de mí.
No tengo dolor que compartir desde la noche aquella
si es que los dolores merecen la difusión que deja una herida.
Presiento que se han fijado los martirios del día infinito
por tu cuerpo navegado de otro mar, de otra sentimentalidad.

Los botones de la mañana sujetan la resaca del insomnio
no podría sentirme alejado del mundo,
mientras asistes con tu recuerdo de días soleados
destapas en mí lo que no devela la trivialidad de los días.
El tiempo esquiva en sus pasadizos
una historia a la cual debo rendir cuentas
como se le rinde cuenta a uno
en la extensión de campo germinado que deja la soledad.

¿será el veneno, la sinceridad con la que veo los caminos que nunca te trajeron?
Asumo mi abandono
Como también el residir en la noble estadía de los balcones
donde se lloran las canciones que no dedicamos por miedo al futuro.
Regalar futuros es preparar dolores a distancia.
Canciones con el solfeo mustio de la nostalgia.
Comprendo que la tenacidad del orgullo
es ese rigor de miradas falsas
de agua en vez de vino
responde al miedo
cuando la pregunta es futuro.
Veo asesinado al pequeño niño que guardan nuestros años.
y de eso nadie sale ileso.
No se volver sin imaginarte devaluada por mis sueños
esa premisa de saberte así 
es una de las razones que ajan mi página
postigo sentimiento detrás de mis ojos.
Todos somos libres cuando partimos de la casa del amor
todos de alguna manera nos marchamos esperando no volver
cuando desde donde se parte sólo queda aquel rostro
que ya no agita sus labios en nuestro presente.
No confundas las palabras rotas
en las comisuras del falso impostor.
Las mentiras tienen el tiempo de una noche
como el tiempo de una depresión. 
Mas todo pasa
volver a la verdad como se vuelve al primer idilio.

 Se ha encendido una luz, para que todo parezca confuso.
No te expliques tan a fondo conmigo
no te lleves el poco fuego de mi mirada
no insistas en fermentar el crudo lazo de la convergencia
en el que no figuramos.
El infierno es un cuerpo de mujer que no se puede tener.
Si tan sólo supieras o la poesía supiera de ti
como se encuentran las espadas que escoltan tu rostro.
Hablas y me desencuentras
me alejas de la poca verdad
me rompes los planos de la vida.
Me usas sin siquiera saber lo deforestado que me dejas.
Tan sin nombre
tardío, impune, desalojado.
Con una llave en mis manos
como temiendo cuidar de ti
tú que ni siquiera eres dueña
de la última palabra que dices
del suspiro que te roban las cosas que no puedes tener.
Te escribo para entenderme
para extirpar el tumor del anhelo.
Ser consecuente dentro de un abismo
ha eso me has aprisionado.
Dicho de otra manera:
Reparo tu huella cuando corres en dirección opuesta a tu destino.
No te expliques tan fondo conmigo.
Tú, que no sabes de comienzos
peligrosa tarea que nadie te ha delegado.
La vez que te acuerdes de mí
comprende
que no se puede huir con una llave en la mano

mirando en cualquier destino la misma puerta

Wilfredo Arriola