Se han clareado todos tus síntomas no hay más remedio que
defender. De ser mi ósmosis has pasado a ser la más inusual forma de mis
recuerdos. No logro comprender el puente malintencionado de lo padecido,
en mi rincón el mundo ha venido
sucediendo; desprotegido de la añoranza y una tenebrosa mancha como la de un
gato negro moviéndose por los andariveles de la casa que con fino tesón me
advierte del mundo. Hay puñales que sangran dos veces una herida, me refiero al
hecho de saber sentirlo y en paralelo saber penarlo, serán esas las mías. Las
tuyas no lo sé. No puedo culparte de ti, tampoco te deseo el mal, suficiente
tienes con ser vos. Lo grave es moverse sin ser, sin comprender los abismos que
existen entre la concordia de la ética y con los niveles de humanidad que bien
comprendo hoy, no has tenido.
Las indiferencias dan pie a lo que uno no sabe manejar, a
lo temido. Esta soledad que quebranta cualquier pasado es una flecha que antes
servía para defenderse hoy sirve para dañar. Agregare sin afán de golpe que la
elegancia que ahora me concierne hace que no reiteré en numerosas desatenciones
para desacreditarte. No es mi forma de ser y tampoco caería en la bajeza de
pedirte explicaciones de lo sucedido. El pasado es tan efímero como la victoria
y la derrota, pero hay mujeres que se quedan vestida en forma de tiempo, y en
sonrisas inestimables ya. Nunca pensé decirlo, mira lo que hacen las
develaciones; poner el sucio marrón en las flores de felicidad.
El destierro del presente es una carga sólo para quien de
los dos admita conciencia. De mi parte tengo la mía que con afán me sigue
dañando, vuelvo a la desatinada frase que uno tiene la edad de la mujer a la
que abraza. No quiero volver a pensar que en tu compañía fui alguien que ni
siquiera contabilizo tener vida, alguien que no supo nacer en tu compañía. De
las traiciones hablan los silencios y de las glorias cantan las sonrisas. Todo
el devenir que se aplomara en los pilares de las ciudades que nos aguardan
sabrán perdonarnos mejor a ambos, a cada quien por el tajo que nos compete, yo
por no saber perdonar y tú por creerte dueña de la última verdad y sé también
que todo puede ser y viceversa. Quien escribe soy yo, y eso ya denota cierto
sectarismo en aras de lo mío que no pienso debatir, entenderé que, podrá usted
en el legítimo caso defenderse de lo antes escrito o simplemente callar como
siempre lo ha hecho, creería pensar que será por no querer debatir a pensar que
sería porque no tiene brazos para extender la sombrilla de la lluvia que le
arrecia.
Es muy duro saberse perdido en la memoria de los mástiles sin
bandera, es duro darle fuego al cigarrillo de las cosas que no se
pueden resolver. He querido dejar al descubierto que no me cometo a quedarme
así desprotegido de escudos y con la banda impulcra de las cosas que no quiero
aprender a penar. Que me ha tocado tu dicha indiferencia y que si bien es
cierto es irrevocable, poco hace uno con poner evidencia los tantos detalles
que te afloran en la vasija de la vergüenza ni yo quiero contarlo ni tampoco me
compete. Error es el mío en hacer personal lo que solo pesa del lado ofendido.
La última soledad fue ayer, no quise indagar en lo inhumano,
pero ya vez, lo supe, y eso me ha bastado. Qué triste es quitarle el telón a lo
bello para que se desproteja lo llano de quien uno realmente es. Sé reconocer
culpas por comentarios, sé que es una forma sutil de pedir perdón. La parte que
alguien nos negó en su momento es la parte que más nos representa, ato los
cabos de lo ocurrido y el resultado vale para la misma escena solitaria de las
noches. La felicidad entrara de acuerdo al tamaño del vacío que le antecede, lo
veremos por ambos lados, no dudo de esta consiga. Al final el pasado no se
pierde se dobla como ropa y se carga.
Lo eterno es una mentira de la
ignorancia lo sé, ahora desde mi trinchera, ahora con las pistas que has dejado
entrever. Nos queda algo más aunque sólo tengamos ojos para ignorar el futuro.
Wilfredo Arriola.