Otro año más de seguir perdonando a los que uno ama, y
también de ser perdonado. Otro año a retazos, a luces de bengala y a oscuridad
de cuarto. Que se fue, que se ha quedado. Algunos tiempos detenidos que no se
quieren borrar, aunque las fotografías siempre mienten, porque detener el tiempo
solo es asunto del recuerdo; de ese y nada más. Estamos los que aún podemos
sonreír. Habría que hacer algo para no decirles a las personas que
queremos que las queremos. Esconderse, morirse o sólo hacerles falta, por
ejemplo. Pero esta vez las encrucijadas, los silencios, los largos silencios
que los patrocina el orgullo, espero se queden atrás, y sepamos encontrarnos en
las palabras de los demás, en sus ojos, en sus manos, esas que alguna vez nos
han extendido su palma para decirnos «todo estará bien, aunque ambos sepamos que no será así»
(quizás de eso se
trate la vida, de equivocarnos para encontrar a alguien que de nuestras
derrotas nos saque sonrisas y solo eso nos impulse a seguir.) Quizás de eso se
trate los días, de saber encontrar con quienes valga la pena sufrir y vivir,
porque para ser feliz nos haría falta dedos de las manos, y para lo contrario,
nos sobrarían seis por cada una.
Otro
año más que se fue, donde se gritaron goles y se lloraron para adentro, que se
abrazó, que se lloró a quienes tuvieron la pésima idea de dejarnos solos e irse
para el cielo a sabiendas que desde que no están, le restaron alegría con solo
saber qué ya no están. Hoy los recordamos y no están pero le celebramos igual,
porque el amor en la distancia te enseña a amar de otra manera, a corazón
abierto a recuerdos con sonrisa y a historias que nos enseñan a ser cada día
mejores personas. Quizás otro año más de olvidar a quienes ha valido la pena
olvidar, ya que «en ocasiones hay que pagar un alto precio por lo que no te ha
costado nada.» Y de eso se
construye el porvenir, darse cuenta del espacio que dejan quienes no ocuparon
ninguno.
Otro año de
conocer personas que te encienden el fuego ¿cómo poder ocultar el humo? No se
puede, ni a mares; a lo inevitable, hay que saberle besar… Un 2013 que tiene su
propio peso y su propio vacío. Somos un compendio de cicatrices aunque a veces
esas duelen más que las heridas, aunque a veces esas nos dan una razón más para
mostrarle a los que nos halagan siendo nuestros enemigos en salir adelante, y
que estamos a pesar de tanto. La vida se gasta en cada año, ojalá este que
agoniza, muera de felicidad, de copas llenas y de paz a la hora del recuerdo.
Otro año más y es Navidad y es fiesta, te
deseo los mejores verbos: reír, cantar, bailar, correr, besar, saltar, amar, abrazar
con candados. Decirles a los que están que no sería igual la vida sin ellos, que
su presencia es fiesta, aunque no halla. Y cuando hay, que ellos son la música.
Felices fiestas
de Navidad y año nuevo, los abrazos y los besos que hagan falta.
Wilfredo Arriola