Todo tu tacto es la melodía de la aurora
la penitencia de haberme tirado al mar de tus alegrías.
Venga la finita culpa del sosiego
en prisa me confundo
del deleite de las dimensiones de tu piel.
La palabra que profeso
vaga en el trifinio de tu cuerpo.
En la congoja de tus licitas caderas.
Ahí habito -como el mejor de tus patriotas-
Wilfredo Arriola