Hay momentos que nos recuerdan que no hemos
nacido.
Quizás en la resonancia del viento
sepamos aprender que este oficio de llamarse
vivo
no es sólo gastar la nostalgia en la mirada.
Sino más.
Conocer el espesor de un día que no sabe acabar
aprender a avalar la inquebrantable respuesta de
los espejos
de saberse desnudo, desunido, casi disonante.
Si llega y te destruye la ideología, te
equivocas: estabas baldío.
La vida solamente es novedad
cuando la ausencia es polvo y avanza hasta
desojar este latido,
que sólo responde al trazo de quien nos sabe
pintar.
Qué torpeza esta de quererte a puños apretados
como detrás de mí, casi detrás de la palabra
“trinchera”.
Porque siempre es difícil hacer una valoración
coherente de lo que nos sorprende, hacerlo con exceso
desnuda nuestras carencias
coherente de lo que nos sorprende, hacerlo con exceso
desnuda nuestras carencias
decir a tono lento que no hay peor turismo
que el que lidera un ataúd.
Hay momentos que nos recuerdan
que no hemos
nacido
y otros
la deuda de no aprender a vivir.
Wilfredo Arriola