La palabra se me ahoga. No tengo libreto ya para este trágico
pesar. Pasan las cosas que pasan, difiero con el sentimiento causado por el
amor, tengo una duda que me aquilata las noches, las putas noches muy a favor
de nadie, muy en contra de mí.
Me rozo con cualquier recuerdo, finjo el delirio del verso,
asisto la mirada hacia ninguna parte, adonde no me invitan. También en la propia
casa se puede ser invitado, lo he sido, lo soy y me tiembla escribir que lo seguiré
siendo. La noche da para acusarse y poner claras las cosas, llegar al recuerdo
y saberse perdido es un abismo tan eclesiástico, es un derrumbe que a veces
suele terminar en un halago. Pero esta vez no, esta vez vengo a poner claras
todas mis sombras, que le han hecho bien a la poesía, a mi calidad de fino
insensible. Basto me he sentido donde poco importa. Reitero, me debo mucho
tiempo, me debo noches, me inquieta verme en el espejo, siempre miro más
rostros en mi rostro. No sé si es válido contarme tan desnudo, porque ya muchos
causaron penas y sumarse a esa terna, es jugársela de tonto y pretender un
insulto como presea de ser digno de lastima.
Explicándome, no soy yo quizás ahora. O miré cosas que no debería
y eso me trae aquí, o más bien estoy jodido y la página en blanco siempre se
tiñe de los dolores ajenos, y nunca se queja. ¿Adónde se dejan las penas? ¿Qué
no ya se habían olvidado? ¿El tiempo es la excusa de los que se quieren curar
gratis? ¿Amo o denigro el sentimiento? ¿A quién le asigno tanto poder a cambio de tanto desprecio? ¿Es válido
formular preguntas donde se temen las verdades? Para hacerse tantas interrogantes
hace falta una dosis de realidad que no es paralela al flagelo. ¿Quién se daña más?
el que aprieta el gatillo del olvido y engaña sus labios en una soledad
concurrida, vestida de mujer de paso. O el que ingiere el testículo de ver cómo
le sonríen los labios en fotos decoradas con promesas de amor, donde no figuro.
¿Quién? ¿Quién se jode más.? El puñal más fuerte contra el desamor es la cobardía.
Prometerse a sí mismo y no cumplir es ser dos veces cobarde. Es no merecer ni
la intima confesión de un amigo, también la desfeches tiene vergüenza, también
las historias de amor exoneran al culto que se le rinde a las causas fundidas
en la necedad. La soledad para algunos es la prisión que mejor les viene, colaborar
con falacias es surtir de histeria a esos corazones qué por jodidos que son,
siempre encuentran una estación adonde reflejarse. Nunca supe apostarle a eso, no me se vender,
tampoco se fingir orgasmos visuales, no lo he logrado, la parte más canalla de
conocerse es que se le puede mentir a las manos, pero no se pueden mentir con
caricias… Desde hace mucho, no me sale el cuerpo de mi cuerpo, no me veo
castrado de dolores, desde hace mucho no me toca la canción que me eleva y
desabrigo las intenciones sin temores. Sentir es también asunto de la piel, y
mis manos solo tocan tazas cargadas con alguna metáfora de vino, de vodka a eso
de las tres de la tarde donde urge encontrarse en la voz de uno mismo, dentro
del cuerpo de una mujer.
Todo se aprende y estas cosas no se olvidan, para cada
parte una anécdota, para cada silla una espera, para cada ventana una mirada
perdida, y no quiero seguir poniendo en desventaja los lugares adonde te he
amado y no has asistido a la cita informal, porque de ser formal duele más,
saber tu inasistencia. Eso es la casa, eso soy yo, desde hace años, desde hace
ayer. Insistir eso hago, y no me lo explico, si de explicar fuera no llevara
tanto buscándole el claro a la página negra vista a contraluz de la tarde, para
verle el minino agujero que diga que está roto. Que diga en esta ocasión que
aun se puedo estar vivo.
Soy la contradicción de lo que pasa, soy todas mis
quejas apiladas en este escrito, soy lo que me merezco. Cada quién tiene las
letras que se merece.
Wilfredo Arriola