domingo, 9 de septiembre de 2012

Sentir es también asunto de la piel



La palabra se me ahoga. No tengo libreto ya para este trágico pesar. Pasan las cosas que pasan, difiero con el sentimiento causado por el amor, tengo una duda que me aquilata las noches, las putas noches muy a favor de nadie, muy en contra de mí.

Me rozo con cualquier recuerdo, finjo el delirio del verso, asisto la mirada hacia ninguna parte, adonde no me invitan. También en la propia casa se puede ser invitado, lo he sido, lo soy y me tiembla escribir que lo seguiré siendo. La noche da para acusarse y poner claras las cosas, llegar al recuerdo y saberse perdido es un abismo tan eclesiástico, es un derrumbe que a veces suele terminar en un halago. Pero esta vez no, esta vez vengo a poner claras todas mis sombras, que le han hecho bien a la poesía, a mi calidad de fino insensible. Basto me he sentido donde poco importa. Reitero, me debo mucho tiempo, me debo noches, me inquieta verme en el espejo, siempre miro más rostros en mi rostro. No sé si es válido contarme tan desnudo, porque ya muchos causaron penas y sumarse a esa terna, es jugársela de tonto y pretender un insulto como presea de ser digno de lastima.

Explicándome, no soy yo quizás ahora. O miré cosas que no debería y eso me trae aquí, o más bien estoy jodido y la página en blanco siempre se tiñe de los dolores ajenos, y nunca se queja. ¿Adónde se dejan las penas? ¿Qué no ya se habían olvidado? ¿El tiempo es la excusa de los que se quieren curar gratis? ¿Amo o denigro el sentimiento? ¿A quién le asigno tanto poder  a cambio de tanto desprecio? ¿Es válido formular preguntas donde se temen las verdades? Para hacerse tantas interrogantes hace falta una dosis de realidad que no es paralela al flagelo. ¿Quién se daña más? el que aprieta el gatillo del olvido y engaña sus labios en una soledad concurrida, vestida de mujer de paso. O el que ingiere el testículo de ver cómo le sonríen los labios en fotos decoradas con promesas de amor, donde no figuro. 

¿Quién? ¿Quién se jode más.? El puñal más fuerte contra el desamor es la cobardía. Prometerse a sí mismo y no cumplir es ser dos veces cobarde. Es no merecer ni la intima confesión de un amigo, también la desfeches tiene vergüenza, también las historias de amor exoneran al culto que se le rinde a las causas fundidas en la necedad. La soledad para algunos es la prisión que mejor les viene, colaborar con falacias es surtir de histeria a esos corazones qué por jodidos que son, siempre encuentran una estación adonde reflejarse.  Nunca supe apostarle a eso, no me se vender, tampoco se fingir orgasmos visuales, no lo he logrado, la parte más canalla de conocerse es que se le puede mentir a las manos, pero no se pueden mentir con caricias… Desde hace mucho, no me sale el cuerpo de mi cuerpo, no me veo castrado de dolores, desde hace mucho no me toca la canción que me eleva y desabrigo las intenciones sin temores. Sentir es también asunto de la piel, y mis manos solo tocan tazas cargadas con alguna metáfora de vino, de vodka a eso de las tres de la tarde donde urge encontrarse en la voz de uno mismo, dentro del cuerpo de una mujer. 

Todo se aprende y estas cosas no se olvidan, para cada parte una anécdota, para cada silla una espera, para cada ventana una mirada perdida, y no quiero seguir poniendo en desventaja los lugares adonde te he amado y no has asistido a la cita informal, porque de ser formal duele más, saber tu inasistencia. Eso es la casa, eso soy yo, desde hace años, desde hace ayer. Insistir eso hago, y no me lo explico, si de explicar fuera no llevara tanto buscándole el claro a la página negra vista a contraluz de la tarde, para verle el minino agujero que diga que está roto. Que diga en esta ocasión que aun se puedo estar vivo.
Soy la contradicción de lo que pasa, soy todas mis quejas apiladas en este escrito, soy lo que me merezco. Cada quién tiene las letras que se merece. 

Wilfredo Arriola