Si me vas a condenar por eso, condéname.
Detrás de los ojos la vida se derrumba
sé que no vendrás, y la llama ardera
lentamente en mi hoguera.
Todo el fuego se quedara en el desván de
la tarde
y en esta habitación habitara tu crudo espacio.
Condéname por este silencio de pasos
por
confesarme en contra de tu voluntad
por
ver morir la copa, por verte morir en mis verbos.
Hay tardes que lleven consigo un ramo de verdades
muchas soledades en medio de sus pasos
rostros con tintes desplomados
-nada
sucede así-
mis tardes soplan tu cuerpo, aunque no
estés con migo.
Mis tardes tienen literatura, tus
tacones tienen fiesta
y entre nosotros
el verbo amar
quebrado.
Cállate mientras me cuentas tu historia,
tatúame con tu sal de besos,
toda la marimba de
tus caderas.
Si hubiera una acacia su sombra dibujara
el mapa de nuestra primera cita
los secretos fueran públicos, esos que
no
sabemos contar, ni decir, solo en lo cobarde del
pensar.
Ahí nada navega
– nada existe –
nos separa una voluntad de periódicos
es un ir y venir, y nunca leer una nota
para contarla con tigo
nos separa
la discordia del orgullo
un saber camuflajeado,
una frontera de pies doblados,
una mirada hacia arriba
y en la frente la soberbia como ideal.
Desde hoy, y desde nunca se muere el
amor
dividir huellas
¿Ya para qué?
De lo mío, solo rescato la armonía de
nuestra primavera
de lo tuyo, una rama de verano, decaída
por el otoño
solo queda el frío de tu invierno, una
verdad invertida
nosotros como la quinta estación
llamada:
Ironía
Wilfredo Arriola de Solo tu voz hace que niegue el silencio
No hay comentarios:
Publicar un comentario