No es la palabra la que habla
cuando la ira amenaza la lengua.
Miserable es quien con profano don
hace del idioma un fantasma sembrado en la memoria
del que lo pena hoy
y en cada recuerdo de estación.
Esas palabras que son un crematorio del ego
en tantas bocas de infierno.
Tú, como lamentable acopio
de la sonoridad desdeñable.
Que los dioses inasequibles
perforen tu tormentosa insensatez.
Que te llueva después de los diluvios
que tu balsa sepa de naufragios
Así como yo supe de tus cianuros
en la perdida hora de los insomnes.
No regreses del lugar donde partiste
ya nada es igual.
El recuerdo solo nos sospecha.
Wilfredo Arriola
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