Soy un caso, un interesante caso. Ese ojo de mi foto me lo
indica, la mitad de mi labio, una fosa de mi nariz, una ceja que lidera mi
parpado y mi cabello a los costados, dan fe que en efecto puedo ser un caso, un
inagotable caso… Porque por consecuencia a lo dicho, hace falta por descubrir
la otra mitad de mi rostro, de mi vida...
¿Qué saben de mí? Tan poco la verdad tan poco, que amo a
Sabina, porque no lo veo y lo tengo cuando quiero, que es otra forma de amar,
esa bella distancia de no saber quién es alguien sinceramente, y a pesar de eso
amarlo; que coincido que es un amor para salvarme de mi misma. Que estudio en una universidad local, que la
visito casi siempre con olor a tequila, ron y desvelo.
Que tengo un gato que duerme cuando me cuida, que aparte
amo bailar cuando la orquesta es la risa de mi madre, que de a poco amo
sentirme bella, por la moda, el sigilo, el maquillaje, el semi-glamour
acomodado a mi cuerpo de joven ausente por dentro y presente por fuera. Que de
hace poco mantengo una relación con un poeta, que digo y él responde, que
confieso y él asiente, que devela y yo me asombro.
No como de la manera que debiera, que he sustituido el
alcohol por la comida y que cuando el sol quiebra el cristal de las ventanas me
dan un poco de ganas de vivir. Pero vuelvo la mirada hacia adentro de un
apartamento donde tengo unas vecinas que debo de contentar por mis desordenes
musicales al amanecer. Veo hacia adentro, miro mi gato, acaricio con los oídos
a Sabina; observo la computadora con la pantalla tenue aun, por el ardor de los
ojos, recordándome un paso corto de hace unas horas. Vuelvo caminando algo lerda, escribo en el
espacio pequeño del chat, a ese mismo escritor y replico: “Así es mi vida” (me
ha definido tal cual soy, lo que no le ha costado nada).
Vuelvo a ver hacia los lados y nada ha cambiado, nada. Que
te describan no altera las cosas sólo las desnuda, aunque saber la verdad tal
cual, también devela caminos. Ahora que sé el camino y que sé que tengo piernas
para caminar y algo no me deja –me detiene como el miedo-
No existe un dolor que no merezca ser compadecido. Leía
hace unos días en un libro de cuyo autor ya no recuerdo, pero me duele y eso
siempre estará y no se lo llevara el olvido.
¿Porqué no podemos olvidar el dolor, como olvidamos el
autor de cualquier frase? ¿Porque se nos olvida la fecha de algún cumpleaños especial
de un ser querido, y no el dolor? ¿Por qué? ¿Porque el dolor siempre está como inquilino?
Debería de notificarle a quien pago la renta de este
apartamento, que siento que ya no es mío, que desde hace un día, no vivo sola.
Luego reitero: claro, aunque no olvido nunca a Paulo Freire, es el libro que
leo actualmente "Pedagogía del oprimido" mientras Freire me mira de
reojo, y sabe que estoy, aunque sea a medias, pero estoy, que no lo olvido.
El arte de enseñar puede ser tan inmenso, pero se tiene que
abordar de la manera más responsable y quizás para eso estudio… no lo sé, ahora
sé poco hay veces que el recuerdo, el olvido y la borrachera no concuerdan, si
se miran en la calle no se saludan, incluso ni se buscaran con la mirada aunque
pareciesen tan unidos, como suelo estar yo, aunque dentro de mí solo hayan
pedazos de la que fui.
Freire lo sabe y mis vecinos deberían de saber también que
ya no vivo sola, que está conmigo Paulo y mi dolor, acompañándome con su
sigiloso silencio y yo con mi lamentable ruido. En mi aventura que mide una
década adentro de sus cuatro paredes, y ahora intuyó ¿Serán estás las
estaciones del tiempo? ¿Estás cuatro paredes?
Será que aquí hay invierno, verano, otoño y primave... No primavera ni
la termino de pronunciar, es un estado que por el momento no se parece nada a
mi vida, porque parece ser un crudo Invierno que hace que llueva ron, sí, ron
en mi casa… veo ron por todas partes menos en la botella que lo contiene, esa
la veo como un pequeño infierno porque sé que se va a acabar y no quiero siquiera
imaginar su fin, es como decirle adiós a mi anestesia y para el dolor no hay
nada peor que estar consiente, si, consiente de uno mismo.
Me tomo otro trago y siento que nada ingiero, quizás esté
borracha, quizás me he excedido este día, raro porque no es de noche, y de día
nada parece perfecto, el recuerdo no puede ser perfecto y quien lo crea tiene
mala su realidad. No quiero comer y me veo y siento una extraña sensación de
nostalgia de mí. Suena otra canción lo olvido por un momento y canto como si
toda mi casa fuera una ducha y nadie me escucha y es en efecto, nadie solo mis
fantasmas; creo que hasta ellos se han ido. ¿Qué podría darles yo a ellos? Ni
la sensación de ver mi miedo reflejado por ellos, yo en si soy un miedo latente,
un miedo que no conoce todavía su final.
Pasa el día no me concentro, esto es un día interminable
como quería que fuera cuando empezó todo, no en este momento, que quiero que
sea rápido, fugaz, se me es imposible concentrarme. Y la auto conversación no
me da. No me da analizar ciertas canciones que amigos con su fina sutileza me
invitan a escuchar, a esta hora hasta Silvio me parece pesado, también el cielo
y el inédito color de mi recamara. Todo gira, los vértigos se apoderan de mí
como cuando sentí las contracciones emocionales de esas mariposas que le
llaman, estúpidas emociones. No es día inteligente, la etiqueta de ron ha
mentido con sus indefensas indicaciones con etiqueta parafernalia. La Resaca no es así, perdón la
borrachera porque lo sigo estando. ¿Qué lujo puede ser esto de mentirle a la
razón? Bueno la he engañado o me he engañado, qué importa ya… Soy un testamento
que no conoce a su muerto porque me gasto lo inútil que puedo dejar, si es que
qué se puede dejar algo.
Recapacito y pienso en Gustave Round si todavía tendrá
sus labios y ojos cerrados, o peor aun si tendrá todavía su dolor cerrado a la
ilusión de salvarse, no lo sé… pienso en Cortazar pero recuerdo que ya no tengo
espejo adonde mirarme y por ratos dudo de mi rostro. Suspiro y recuerdo a
Neruda y mi gato me recuerda a él, más que él mismo, será por mi amor a los
gatos tiernos e indefensos, como creo estar en este momento. He pensado mucho,
quizás no esté ebria solo del alma.
Si he sido feliz alguna vez ha sido con la felicidad vista
en los demás, nunca a costa mía. Cuando le ame se le olvido hasta su nombre… no
puedo imaginar y creer pensar que se acordara ahora del mío.
¿Vaya qué hacer
ahora? Los tiempos que he perdido no lo encuentro ni recordando. Silvio,
maldito Silvio como apareces con tus frases: “Ya no te espero, porque de
esperarte hay odio” Y si eso me pasa, este día ha sido dedicado a otra cosa que
no sea la felicidad, este día ha sido una marcha pacífica en contra del amor
aunque de pronto se escuchan balas, gas lacrimógeno, y en las paredes de mi
alma hay pintadas que dicen: “ Ya no te espero, porque de esperarte hay odio”
Estoy caída peor que el muro de Berlín peor que ver siempre cada vez, solo hora
de mi móvil sin ningún mensaje, ni siquiera de invitación a juegos que nunca
jugaré en mi vida. Pero… ¿tendré vida? en realidad ¿tendré vida? Esa botella no
se ha tomado sola y lo cristalizado de mis mejillas dicen que lo estoy. Hoy fue
un día adelantado de infierno, ya no le temo más, que venga lo que sea.
“No voy a negarte que has marcado estilo /que has patentado
un modo de andar/ sin despeinarte por el agudísimo filo/ de la navaja de esta
hespidita ciudad / sabías hacer turismo al borde del abismo…” - Gira
el esférico del volumen y cualquier cosa parece poca en la hora del
desamor.
Wilfredo Arriola
2 comentarios:
Un texto muy intenso. Me parece genial. Un saludo fraterno, Wilfredo.
Interesante reconocimiento. Todo un recorrido.
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