I
Esto
es así, si no lo conservas se derrite.
No
lo sabía
el descaro es un silencio con ojos rasgados.
Lo
que parte esta vez es el alivio de la revelación.
Digo:
¡basta! Y
la acaricio y en su paralelo me golpeo.
He
salvado a mucha gente de su soledad y eso es bueno.
Reitero.
He
tratado de encontrar su moral y no he podido.
La
suma de sus necesidades no se han sobrepoblado aún.
Y
eso era el remedio de mi cercanía.
Me
quiso para desaprender de los demás.
Para
rezar su credo malintencionado
para
desarmarse en la intensidad que le daba el vacío.
Y
ahí estuve yo para
hacer del siniestro
el humo que deja un fuego olvidado
humo
y no ardor.
Las
manchas no siempre dan el testimonio de lo derramado.
los
años enseñan a aprender lo que es una alabanza
y
lo contrario de una herida.
Esto
es así
de pronto uno deja de ser el escotillón.
Eso,
como la consigna de lo perdido.
Ruido
pero no certeza.
II
Es
todo por hoy, pero termino desde hace mucho tiempo ya.
Ese
caudal que de pronto dejo de ser verdad.
No
es ese el caso,
detrás
de la distinción reposa la armadura de las cosas inútiles.
Vuelvo
a la negación
me
esgrime.
Quisiera
ser el entonces que no se fraguo más.
Buscar
en el torrente los números impares
los
engranes que no se sujetaron a aquel relieve.
Confundido
en
una estación donde nunca paso el tranvía.
Es
todo por hoy.
Quiero
decirlo todos los días.
Que
la noche me confiese.
III
Apunto
esto.
Quienes
renuncian a la historia generalmente
no
tienen nada que ver con ella.
Todo
lo soez se acumula a la hora del desastre.
No
quiero rendir cuentas cuando tengo por manos
fuego
cargado, balas en el tejido de mis manos.
Hojas
lerdas jugando a perderse.
La
noche también es un lago, lo presiento así.
Y
tampoco diré más.
Un
lago y nada más, si tú quieres
ponle
de imágenes, lo arado de nuestras tempestades.
Si
no oso en ocupar el nosotros como algo propio.
Retirar
las tropas, a eso debería de apostar.
La
tenacidad bajo la lupa no se sabe si es a costa
de
lo real o del desvarío.
Lo
mío es el blasón arañado, lo personal que ya es impersonal.
Me
dejas algo a pesar de lo perdido.
Me
sabré cuidar de las conspiraciones,
las
mías -por supuesto-, a tono de mi falsa soledad.
IV
Damnificado.
Eso
soy cuando te veas.
En
muletas y mis pasos asisten a la solvencia del daño.
El
recuerdo y los alfileres -vaya cotejo-
La
inocencia sin esmalte moldeó lo que creí certero.
Recurriré
a tu verdadero tono
al
cemento que no pisaremos en una plaza cualquiera
esa
composición será el cuerpo de lo perdido,
lo
agudo será la saña.
V
Miraré
por ti las huellas que no dejaras.
Seré
ese modelo, la fina estampa.
La
sangre en calidad de abandono de las estatuas.
No
lo celebres por favor.
No
al hecho de bombo y platillo
sino
a la pura indiferencia
lozana
y puta indiferencia.
La
genética intuición del hombre
siempre
antecede que el sosiego
es
la inclinada manifestación digna del heroísmo.
Entiende
mis lagunas.
Sé
prudente
- sopla la vela de tu moral por última vez-
Me
arreglare Yo con el abuso del pronombre.
Es
lo último y sirve también para decir lo primero.
Este
es mi templo, la urbana tentación de todas mis vanidades
como
esto atiende a ser una más
de
la exquisitez de desbastar las ramas
que
sobre pueblan mi figura.
La
indefinición prende eso,
mucho
verano quema la estancia
mucho
invierno infiltra un peso que ya no he sabido cargar.
Esencial
debería de ser la palabra.
VI
El ridículo humaniza.
Lo tajante
Lo taxativo
Lo inexorable
Lo irreprochable
Lo inhumano
Lo inapelable
Lo inconexo
Lo inclasificable
Lo intravenoso
Lo perecedero.
Eso tiene que ver con nosotros
eso es lo imprescindible
el silencio entre nosotros carcomiendo una razón.
El ridículo de aquella historia
eso, todas aquellas cosas
nos humanizan.
Wilfredo Arriola
No hay comentarios:
Publicar un comentario