Vivías
pensando que el sinónimo de Dios era el destino.
Que
la guerra no la ganaba la cobardía
que
la mitad del día siempre eran las seis de la tarde
y
aprendiste a llorar
cuando
te marchabas sin moverte de tu lugar.
Todo
lo sabias
incluso,
el pasado no lo mezclabas con la soledad
porque
era una sería traición para el presente.
Quisiste
más a los que te dejaban sola
que
a los villanos que se llevan una parte de ti
aunque
fuera tu odio.
Yo
no sabía que decirte
no
conocía otro desierto en ti más grande que tu sonrisa.
Secreto
conocido sólo por tus pasados…
creías
que la lluvia era el tango de los ángeles
que
el dolor era la lástima que se tiene a uno mismo
que
toda permanencia en un lugar hostil se vuelve suicida.
Pero
te llevas tanto
que
el espacio que dejas
pasa
a ser más deshabitado
que
una cama donde se ha hecho el amor.
Te
recuerdo sin anexos
porque
fuiste la tinta para escribir
mi
historia en las páginas de tu piel.
No
sé volver sin el cristal de tus pupilas
sin
la rosa que crecía en tus manos
cuando
la agitabas en el adiós…
Eras
las comillas de mi felicidad
la
armónica que se despega del bis de las tardes.
Hoy
dispongo de tus rarezas en mi mirada,
todo
me parece trivial, sucinto, tuyo.
Creciste
en mi apego y a todo adonde no estás lo llamo baldío.
Las
fechas sabrán olvidarnos más rápido que nosotros a ellas
los
pasados sin destino siempre traicionan más
así
como la verdad cambia de dueño en cada poema.
Wilfredo Arriola
Antología Invisibles 2013
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